1955: Los millonarios del gol

Con jugadores maduros y solventes, Palestino armó una máquina de hacer goles que tempranamente se disparó en la tabla y maravilló al público, superando a otras escuadras campeonas de la era profesional

Los festejos se produjeron durante diciembre de 1955.

Festejos esperados. Impacientes. Porque el equipo se había disparado temprano, parecía inalcanzable, pero no lograba establecer la diferencia irremontable con su perseguidor más cercano. Y en alguna ocasión hubo que guardar los lienzos y los petardos llevados al estadio para celebrar la conquista del título.

Eso sería en diciembre.

Pero la idea de un triunfo espectacular se instalado hace mucho tiempo en los dirigentes del joven Palestino.

Mucho antes del espectacular comienzo de la temporada del 55, cuando se habla de los “millonarios” por el fuerte desembolso a que obligaba la contratación de figuras de primer orden.

Antes, también, de la temporada del 54, en la que los planes se habían estrellado con la dura realidad y el cuadro había terminado último en la serie “A” de ese campeonato. Tal vez sí la idea comenzó a germinar a fines del 52.

Ese fue el primer año de la disputa formal de una División de Ascenso en el fútbol chileno. Largamente resistida, a pesar de su conveniencia, la segunda división hizo su primer aporte al cuadro grande de ese año: de los ocho equipos que participaron, Palestino y Rangers terminaron en el primer lugar, con 28 puntos. Allí, en el alero familiar del estadio Sedyan, los tricolores habían tenido el duro bautizo de “los potreros” en un tránsito que los llevaría por Barrancas, Talca, Rancagua, Peñaflor, Los Andes. Al final, ambos punteros serían ascendidos. Pero debían definir el título de campeón.

El partido extra se jugó en Rancagua. El tiempo reglamentario terminó empatado a dos. Sarquis y Mayanés habían anotado para Palestino. En le tiempo suplementario, aumentaron Ciraolo y Guzmán. Cuatro a dos. Palestino llegaba a Primera División en el estreno oficial de la División de Ascenso y su entrenador, Luis Tirado, sumaba una nueva conquista para su extenso currículum.
Entusiasta, apasionada, la gente del club decidía, de inmediato, entrar con el pie derecho en el fútbol grande. No se andarían con chicas y el fútbol chileno, en el receso previo a la temporada del 53, es sacudido por una de las transferencias más cuantiosas de su historial: procedente de Racing llega el rosarino Rubén Bravo, a un costo de sobre cuatrocientos mil pesos argentinos. Luego llega Osvaldo Pérez. Se suma Roberto Coll. Ya puede empezar a escribirse la historia de las alas más famosas de la historia de los campeones: Pérez-Coll. Por el medio va Bravo. El ala izquierda la hacen Walter y Conrado Carrasco. Y se dispone de Lucho Méndez.

Ese, sin embargo, sería uno de los más notables años de Colo colo, que produce la revolución de los Robledo y la lucha se reduce al segundo lugar. Y ése es para Palestino, que lo comparte con Audax Italiano.

Eso, aunque meritorio, no satisfacía la ambición de los conductores tricolores. Y menos los iba a satisfacer la campaña del 54, en que el equipo termina último en el primer grupo, a quince puntos del campeón.

Amador Yarur y su gente no aceptarían eso para sus pretensiones siempre ganadoras. De modo que en febrero del 55 ya se comenta que “si Palestino sigue contratando gente va a presentar dos equipos”. Y mientras la Selección se prepara para el Sudamericano, el gerente del club va a Buenos Aires para conversar con Benegas, un half que fue de San Lorenzo; con los legendarios Néstor Rossi y Félix Loustau, celebrados cracks de River Plate. Es razonable lo que se comenta: “Con los chilenos que anuncia, más estas tres luminarias legítimas, ya en calle Santo Domingo podrían empezar a celebrar el título”.

No resulta lo de los argentinos (sólo Rossi cuesta dos millones de pesos argentinos; unos 24 de los nuestros), pero Palestino aprovecha la liquidación en que entra Wanderers y compra a su celebrada ala izquierda: José “Peta” Fernández y Guillermo Díaz. Y piensa (aunque no se concreta) en la incorporación de los porteños Quitral y Dubost. Descarta la contratación del peruano Gómez Sánchez, pero cristaliza la de Lorenzo Araya (de Iberia) y la de Julio Baldovino, que llega de Racing recomendado por Antonio De Mare, siempre amigo del fútbol chileno y poseedor de un “ojo clínico” para recomendar jugadores.

También se piensa en desprenderse de José Donoso: le hacen mucho “goles tontos” y eso los preocupa. Pero reaccionan favorablemente a la opinión de la prensa, que señala que sería un error y que “deberían fijarse en los goles que evita”. Sigue Donoso. Llega Matta Sobrero, argentino, para centrodelantero, pues no los convence Juan Manuel López, el vigoroso rosarino que hizo la campaña el año anterior, sin lograr que se olvidara a su famoso coterráneo Rubén Bravo. Se va Carlos Rodolfo Rojas.

No son tantas las adquisiciones. Pero ya se creó la idea de que han renacido los “millonarios” y en la tertulia amable del café se comenta que “Don Amador Yarur compró El Mercurio”.
– ¿Y cuánto le habrá costado…?
– Quince pesos, como a todo el mundo…

Como sea, en su primera aparición en escena -un amistoso contra Guaraní de Campinas- Palestino muestra seis caras nuevas. Y la opinión no es buena: “Lo más interesante del domingo fue el match de dobles: Pérez-Coll contra Fernández-Díaz”.

Parecía que se confirmaba un temor. El ala Pérez-Coll (fútbol fluido, hermoso, de toque fácil y lleno de recursos técnicos) parecía no congeniar con la notable ala izquierda wanderina, caracterizada por el fútbol directo, fuerte, de remate vigoroso.

Tampoco convenció Baldovino (“no juega lo que jugaba Carlos Rodolfo Rojas”) ni gusta Matta Sobrero. Las siete mil personas se retiraron desilusionadas del Nacional aquella tarde de abril.

Ya en mayo, en la apertura del campeonato, tampoco es convincente su debut en El Tranque: en el empate sin goles con Everton el cuadro sólo muestra “pases cortos, maniobras bonitas, dominio infructuoso y avances dignos de mejor suerte”. Al domingo siguiente los tricolores hacen su estreno oficial en Santiago. De sus caras nuevas, están lesionados Fernández, Díaz y Baldovino. Sólo aparecen Lorenzo Araya, Abdón Casales y Sandoval. Gana Palestino 3-2 a Magallanes y en el marcador se estrena Juan Manuel López, a quien se le renueva el contrato después de haber sostenido infructuosas negociaciones con más de media docena de centrodelanteros.

El tercer partido lo empata con O’Higgins y ya entonces se advierte una situación medular: es un equipo que podría ser muy bueno, pero también podría perderse si no se le organiza debidamente. Se trata de un cuadro formado por jugadores maduros, todos poseedores de una fuerte personalidad. Profesionales del mejor nivel. Por lo tanto, con gran confianza en sus propios medios. Por eso, tal vez parecía en la cancha “un cuadro que espera que los goles de produzcan solos”. Por lo tanto, se decía, “falta un entrenador capaz de oponerse a la fuerte personalidad de algunos jugadores”. Podía ser un gran equipo. Pero también se corría el riesgo que fuera sólo una vitrina de individualidades.

O’Higgins le empata gracias a la displicencia de los astros. Luego, el 6-2 sobre Unión Española permite ver al gran cuadro en su primera victoria. Y en la cuarta fecha, una oportuna derrota a manos de la Universidad de Chile los vuelve a la realidad. La “U”, dirigida por un notable estratega como era Luis Tirado, los marca, los hostiga, los desespera y los derrota 4 a 2. Los universitarios ganan el campeonato y los tricolores, heridos en su amor propio, caen luchando “con decoro y altivez, hasta el último minuto”, recibiendo una derrota y una lección.

Nunca más volvería a perder Palestino hasta asegurar el título. La lección había sido aprovechada. Ya no volverán a remolonear. Tal vez si Pérez insistiera en demasiados miriñaques, pero el espíritu del equipo sería otro. Estaba claro que no bastaba con ser buenos: había de demostrarlo. Y para eso había que ir directamente por el triunfo, esforzarse.

La reacción es notable: en la quinta fecha golea 4-0 a Audax Italiano, al que nunca había conseguido doblegar en sus dos primeros años en el fútbol grande. Juan Manuel López muestra su tesón y espíritu sacando a Daniel Torres del fondo para pasearlo por la defensa y permitir que entren Coll, Fernández o Guillermo Díaz.

Dos semanas más tarde gana de a Universidad Católica y por entonces se confirma que Juan Baldovino ha sido un acierto, que juega el fútbol de corte moderno que se practica en Chile, que ha afirmado a la defensa y, con eso, el equipo se pone en segundo lugar, a un punto de Unión Española, en un campeonato en que los líderes sólo duran una semana.

El 10 de julio gana a Wanderers y la Unión pierde con la Católica. Palestino pasa a la punta.

No volvería a abandonarla.

La suma de puntos es considerable y a fines de agosto muestra, ante Colo Colo, por qué lleva siete de ventaja en la tabla.

A esas alturas ya se presiente al gran equipo que había demorado en armarse y que ahora no podía ser frenado por nadie. Entonces se dice que “buntero se escribe con b de Balestino”. Palestino juega a ganar. En un minuto destroza a Green Cross; frente a Everton se lesiona Baldovino y surge la figura inmensa de Rodolfo Almeida para frenar a los viñamarinos en Santa Laura; la gente va a ver a Roberto Coll a los estadios; en Rancagua, la maciza demostración tricolor hace que los seguidores de O’Higgins enmudezcan para luego despedirlos con una ovación.

La Unión –con gran partido de Isaac Fernández- frena la racha triunfal con un heroico empate a un gol. Pero nadie puede ganarle. Hasta la “U” (el único que lo había ganado) cae ante la máquina de hacer goles. Audax le hace tres y Palestino contesta con otros tres para empatar. Rangers le hace tres y recibe cinco. La Católica le hace tres y recibe cinco. Ferro le hace tres y recibe 9. “Hacerte goles a Palestino es peor”, comenta “mientras más le hacen, más se enoja”.

Los cómputos tiemblan (“si Palestino siguen ganando se va a salir de la tabla”), el equipo convence y amenaza con salirse hasta de la Historia. “Para muchos, es el mejor cuadro que ha participado en el fútbol chileno. Es mejor que la UC de José Manuel Moreno el 49 y más que el Colo Colo de Robledo el 53”.

Cuando faltan aún cinco partidos, Palestino mantiene diez puntos de ventaja sobre el segundo. Ya es campeón.

Tres años antes era “un simple club de ascenso. Un modesto equipo de batalla, mezcla de veteranos y caras desconocidas”.

Hoy es el campeón.

Para muchos, el mejor de la Historia del profesionalismo.

“Muñeco” inolvidable

La gente iba a ver a Raúl Toro en los años treinta. Fue a ver a José Manuel Moreno el 49. Se conmocionó con Jorge Robledo el 53.
Ahora iba a ver a Roberto Coll.

Fue, en unánime reconocimiento, el jugador más brillante del campeonato. Notable en la cancha, un señor fuera de ella, se incomodaba cuando se referían a sus virtudes y prefería nombrar a otros. Entonces el cronista concluía que tenía lo mejor de cada uno de ellos: “Tiene la buena técnica de Robledo, la laboriosidad de Cremaschi, el sentido innato de fútbol de Espinoza, la capacidad creadora de Hormazábal, la inspiración instantánea de Meléndez”.

Era un virtuoso con el balón en los pies. Pero, al mismo tiempo, podía ser el más humilde y laborioso peón de brega, si así lo exigían las condiciones del partido.

Era su tercera temporada en Palestino. Y seguiría por muchas más, en un caso notable de longevidad futbolística.

Para beneficio del fútbol chileno, que disfrutó de su calidad deportiva y de su hombría de bien. Un verdadero ídolo. El inolvidable “Muñeco”.

Los “Millonarios”

Quedó la imagen de “los millonarios”

No fue, en realidad, tan exacto. Se motivó, más que nada, en los espectaculares anuncios del receso, en que pareció que Palestino compraría a los mejores jugadores del continente. Al final, lo que se hizo fue incorporar jugadores determinantes (Baldovino y el ala Fernández-Díaz) y esperar prudentemente a otros, como el caso de Juan Manuel López, que rindió notablemente.

Pero quedó la imagen. Y se especulaba mucho al respecto. Uno de los jugadores del plantel, haciendo broma del asunto, contaba: “Es cierto, somos tantos los que figuramos en la plantilla, que se comienza a pagar el día cinco, y los que quedan atrás en la cola reciben el cheque el siete…”.

Momentos “difíciles”

Uno de los momentos difíciles lo vivieron los tricolores al enfrentar a Unión Española en la segunda rueda. Los rojos hicieron su gol a los veinte segundos y Palestino tuvo que sufrir para el empate.
Como ganaba con tanta facilidad y esto era una sorpresa, alguien dio la idea: “Para hacer más emocionante el campeonato, Palestino debía dar un gol de ventaja, como en el polo”.

Juan Manuel López

Dupuy, Wilson, Lucho Méndez, Abdón Casales, Matta Sobrero… Ninguno podía hacer olvidar al legendario Rubén Bravo y Palestino se quedaba sin conductor de su ataque. Hasta que resolvió renovarle el contrato a Juan Manuel López.
Fue un acierto. El rosarino, a pesar de una rodilla herida que había terminado con su carrera en Argentina, fue el centrodelantero dribleador y veloz –a pesar de su corpulencia-, bravo en todos los entreveros y armonizador preciso en las dos alas de lujo que tuvieron los tricolores.

Al fondo, el “Tano”

Había sido factor importante para Universidad Católica en la obtención del título en 1949. Un soberbio centro-half.
Seis años más tarde era el bravo comandante del área tricolor.
Más de alguien pensó que Rodolfo Almeida podía ser un gran back centro. Otros no lo creían así, empezando por él mismo. Pero lo hizo. Y así como Roberto Coll fue el gran conductor del ataque, el “Tano” Almeida fue el gran patrón del área. De fina apariencia, poseía un físico sólido, hecho para las más duras exigencias.
Y en las tardes en que la máquina del campeón no funcionó con la fluidez deseada, el “Tano” apareció en el fondo del área como una figura inmensa y decisiva.
Dos veces campeón. Dos veces puntal.

Más equipo que plantel

Dos de los veintiún jugadores que empleó Palestino en su campaña tuvieron asistencia completa: Roberto Coll y Mario Ortiz. Aunque el campeón utilizó casi dos equipos y a pesar de que hubo mucha fantasía con respecto a una enorme cantidad de contrataciones, la planta titular estaba muy clara y los reemplazos no eran fáciles.
Así, cuando faltó Baldovino se perdió gran parte de la solidez defensiva, pues el titular cubría las espaldas de Ortíz y hacía la antesala de Almeida. Del mismo modo, al final, cuando faltó José Donoso, a Palestino le hicieron demasiados goles.

Goles para la historia

En esa brillante delantera de Palestino, a todos les gustaba el gol. Y todos los hacían.
Roberto Coll y Juan Manuel López tuvieron el honor, al final, de encabezar a un grupo de selectos artilleros. Por segunda vez en la historia del profesionalismo un campeón llegaba a los 91 goles.
No en vano se podía comentar que este Palestino campeón era el mejor de los campeones.

Derrota importante

Palestino perdió pocos puntos en su marcha hacia el título. Las derrotas se produjeron cuando lo tenía prácticamente asegurado.
Dos cuadros tuvieron el mérito de ganarlo en su apogeo. Universidad de Chile en la primera rueda, y Colo Colo, en la segunda.
Especialmente significativa fue la derrota tricolor a manos de la “U”, pues hizo tomar conciencia a sus astros de que no bastaba con su calidad individual para ganar. Además, había que luchar. Lo aprendieron.

La gran ventaja

Para efectos del campeonato, Palestino se disparó muy temprano. Inalcanzable, la atracción se centró sólo en sus escoltas.
Eso influyó en la estadística final del campeón. Ya asegurado, siguió haciendo goles, pero también le hicieron muchos. También se perdieron puntos, haciendo que su rendimiento final sólo rozara el 70 por ciento.

Queda, como marca histórica, que ganó el campeonato con nueve puntos de diferencia sobre el segundo. Desde 1933, la máxima había sido de ocho.

Fuente: Extracto del libro ‘La Historia de los Campeones: 1933-1987’, de Edgardo Marin
Link: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-9851.html