Con el inicio del nuevo campeonato, el Deportivo Palestino decidió innovar incorporando a su camiseta números 1 con un diseño similar a los del territorio de la inmigración que dio origen al club.
En una señal de protesta, diversos representantes de la colectividad judía manifestaron, a través de sus redes, su molestia por lo que consideraron era un acto hostil. También dijeron que el conflicto se importaba y otra serie de argumentos que no vale el caso profundizar.
El tema no quedó en eso, pues el presidente de Ñublense, activo miembro de la comunidad israelita, se quejó formalmente ante el tribunal de la ANFP por el uso del mapa.
Hasta aquí, cada uno en su ámbito, equivocados o no, actuaron a conciencia y en el legítimo derecho que les cupo en el caso.
Lo que vino a continuación, en cambio, fue una trama propia de una comedia de equivocaciones.
Partamos con las llamadas de altos funcionarios de Gobierno, incluyendo al menos a un ministro de Estado, que presionaron al presidente de Palestino para que retirara el número con forma de mapa.
¿Es tan importante el símbolo de una camiseta para que un secretario de Estado actúe en nombre de terceros? Si la respuesta fuese afirmativa, le correspondería hacer lo mismo, por ejemplo, con el estilizado símbolo del demonio que el propio club Ñublense usa en sus camisetas. Obviamente, se trata de una caricatura y como tal, son muy pocos los que toman esa imagen como una ofensa a menos que el fanatismo dé para pensar lo contrario.
Si en este caso los funcionarios estatales actuaron más allá de lo prudente, hubo dos personajes del ámbito del fútbol que intervinieron en el caso de manera incalificable (me guardaré los calificativos para la parte final).
Un domingo de enero, antes de que el caso fuera visto por el Tribunal de Penas, el presidente del organismo, Angel Botto, y el timonel de O’Higgins, se reunieron en el café Amura para discutir el tema. Ricardo Abumohor le planteó a Botto que el caso era político y que se debía fallar en contra del club que alguna vez él mismo presidió.
Esa actuación de Abumohor provocó un quiebre definitivo con el actual presidente de Palestino, con quien estaba unido por una sociedad de muchos años y dejó en claro dónde están sus verdaderos intereses.
En ese encuentro furtivo, Botto no solo estuvo de acuerdo, sino unos días más tarde, horas antes de analizar el caso en Quilín, escribió a la FIFA, denunciando el hecho y calificándolo de “político”. Lo anterior implica que el juez supremo tenía un juicio previo mucho antes que las dos partes fueran escuchadas en la sala. Peor aún, en su enunciado el presidente del tribunal cometió el mismo error histórico que contiene el escrito de Ñublense, señalando que la partición de Palestina fue acordada por la ONU el 20 de noviembre de 1947, cuando en rigor fue el 29 de noviembre del mismo año.
¿El presidente del Tribunal y el mandamás de Ñublense comparten el mismo libro de historia o se equivocó en el “copy and paste” ?
Pero eso no fue todo, Botto señaló en su correspondencia que el caso lo estaba viendo el Tribunal de Disciplina de la Federación de Fútbol, lo que es inexacto pues él pertenece a la ANFP y no a la Federación.
La FIFA envió una primera respuesta en la que señalaba que el caso era deportivo y que los tribunales debían resolver en ese ámbito. No obstante, enterados en Zürich que Botto no representaba a la Federación, volvieron a mandar una correspondencia oficial anulando el primer comunicado, pidiendo disculpas por haber contestado oficialmente a una persona carente de representatividad como Botto y por último, pero no menos importante, sentenciando que con los antecedentes a la vista era posible concluir que el caso es interno de Chile y que su naturaleza es netamente deportiva, sin implicaciones en otro ámbito.
Si usted cree que por ser nieto de Palestino, Hijo Ilustre de Beit Sahur e hincha del Deportivo tengo conflicto de interés en lo que expongo, detenga ahora la lectura. Hasta aquí me he limitado a narrar los hechos. Lo que viene ahora es pura opinión.
Más allá de las tremendas presiones que recibió la gente de Palestino, el uso simbólico del territorio donde partieron los primeros inmigrantes que dieron vida al club, no es un arma ni un instrumento político, sino un elemento de identidad para quienes aman a la institución. El Tribunal, con el incombustible Botto a la cabeza, logró sacarlo del dorsal de la camiseta, pero lo instaló en el corazón.
Y lo que está en el corazón es indeleble a las presiones y a otras maniobras de opereta.
Fuente: ‘Los Números de Palestino’, Marco Antonio Cumsille, Emol, 2014-01-28
Enlace: http://impresa.elmercurio.com/Pages/NewsDetail.aspx?dt=28-01-2014%200:00:00&NewsID=200843&dtB=28-01-2014%200:00:00&BodyID=4&PaginaId=4