por Khaled Drawsheh
La verdad entre el sueño y la pesadilla
En Palestina, el cielo se mezcla con la tierra, la pesadilla con el sueño. Allí, las piedras respiran una historia de sangre y lágrimas. La tierra grita lo que no puede decirse, y los árboles gimen con los secretos de siglos de conflicto. Palestina no es solo un lugar geográfico; es un espejo que refleja al ser humano en sus momentos de mayor fortaleza y debilidad. Es la historia que contamos en el silencio del barro y en la resistencia del olivo, entre un niño que sueña con libertad y un soldado que le roba ese sueño. Pero, ¿realmente el conflicto aquí trata sobre tierra o fronteras, o es una cuestión existencial más profunda? ¿Cómo enfrenta el ser humano a un sistema que busca eliminarlo? ¿Cómo afirma su existencia frente a una máquina de opresión que solo conoce el lenguaje de la aniquilación?
La ocupación como idea existencial
La ocupación no es solo un muro que corta el horizonte, ni un soldado que vigila un puesto de control. Es una idea nacida del miedo y alimentada por ilusiones de superioridad y poder. La ocupación es una declaración de guerra contra la memoria, la historia y el espíritu.
El régimen sionista, según la narrativa occidental, es el “oasis de la democracia” en el desierto del autoritarismo. Pero, en realidad, es una fábrica de miedo: miedo al palestino que se niega a olvidar, miedo a una historia que no puede reescribirse completamente, y miedo a un futuro que trae consigo la justicia. Así, el ocupante vive en un laberinto de ansiedad, escondido detrás de sus muros y cercas, olvidando que las paredes no impiden que la historia pase.
La resistencia como acto humano
Frente a esta ocupación que busca devorarlo todo, la resistencia surge como un acto profundamente humano. Resistir es afirmar que el ser humano no es derrotado a menos que elija rendirse. No se trata solo de un arma levantada o una piedra lanzada.
Cuando un resistente lanza un cohete, está declarando vida, no solo guerra. Cuando una madre palestina planta un olivo, está resistiendo la idea de la extinción, no solo las excavadoras sionistas. La resistencia no es solo una reacción ante la ocupación; es un mensaje: “Estamos aquí, no desapareceremos, no moriremos en silencio.”
Estados Unidos y el régimen sionista: la alianza del miedo y el poder
El régimen sionista y Estados Unidos son socios en un proyecto existencial basado en la exclusión y la dominación, no solo aliados políticos. Estados Unidos ve en el régimen sionista una herramienta para garantizar su posición como potencia imperial en un mundo en transformación. Por su parte, el régimen sionista ve en el apoyo estadounidense un medio para consolidar su existencia sin raíces.
Sin embargo, esta alianza no está exenta de fisuras. Estados Unidos teme el declive de su influencia global y percibe que su apoyo al régimen sionista se ha convertido en una carga que despierta la ira de los pueblos. Mientras tanto, el régimen enfrenta crisis internas que amenazan con destruirlo desde dentro. Aun así, ambos insisten en negar la realidad, creyendo que la fuerza puede superar la verdad.
Las transformaciones internacionales y su impacto en el conflicto
El mundo ya no es el mismo. El orden liderado por Estados Unidos está colapsando, siendo reemplazado por potencias emergentes como Rusia y China. Este cambio abre nuevas perspectivas para la resistencia palestina, que puede aprovechar estas transformaciones para romper el cerco. Sin embargo, la resistencia necesita fortalecer su red de alianzas con países como Irán, Venezuela y Corea del Norte, además de contar con el apoyo de pueblos que comienzan a comprender que la causa palestina es una cuestión humanitaria.
La filosofía de la resistencia y la vida
La resistencia es un fin en sí mismo, la máxima expresión de la voluntad del ser humano de existir, a pesar de todos los intentos de eliminarlo. En Palestina, la resistencia adquiere dimensiones filosóficas:
- Afirma que el ser humano es un espíritu que desafía a la muerte, no solo un cuerpo que puede ser vencido por las armas.
- Declara que la libertad es un derecho que se conquista, no un privilegio que se concede.
Cuando un palestino resiste, sueña con la libertad de todos los pueblos oprimidos, no solo con la suya.
El sueño que no muere
Palestina es una idea. Es la voz de un niño que sueña con un futuro sin muros, es la lágrima de una madre que despide a su hijo mártir, sabiendo que no ha muerto, sino que se ha convertido en parte de la tierra que ama. No es solo un lugar en el mapa.
El conflicto en Palestina no terminará con un acuerdo de paz o un muro; es una lucha entre el sueño y la pesadilla, entre quienes quieren vivir y quienes quieren aniquilar al otro.
Pero, si algo enseña la historia, es que los pueblos que aman la vida, que resisten y persisten a pesar del dolor, son los que triunfan al final.